Y de nuevo nos volvemos encontrar solos. Hemos dedicado años de nuestra vida a compartir con otra persona y hacerla participe de nuestro proyecto de vida. La relación se enfría y decidimos uno o ambos miembros de la pareja que es el momento de comenzar una nueva etapa, esta vez solos.
La primera y necesaria relación para que otras funcionen es la intrapersonal. Quiérete y acéptate.!
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Nos vamos a encontrar en un punto en el que después de un tiempo atrás en el que ya las circunstancias cambiantes que se vivían en pareja impedían que nos sintiésemos tranquilos y satisfechos y estamos cansados. La suma de esos meses o incluso años de inestabilidad nos debe hacer recapacitar sobre lo importante que es afrontar el cambio con ganas de renovación, dirigiendo la atención y dedicación hacía nosotros mismos, los primeros que nos debemos “ querer, amar y respetar”.
Los motivos que nos llevan a esta situación de ruptura pueden ser varios: mala comunicación, falta de intimidad, problemas con los hijos, no saber repartir el poder, no respetar la profesión o individualidad del otro, violencia física, verbal, infidelidad…
Estar en las situaciones anteriores nos va a provocar un desgaste mayor que los aspectos positivos que nos aporta el seguir manteniendo la relación, quizás ya hayamos intentado resolver la situación sin éxito, el amor ya no nos inspira marcar objetivos comunes para nuestro futuro…
Llegados a este punto en el que la relación ya no fluye lo mejor es afrontarlo con valentía y el adiós nos abre un nuevo horizonte hacía el que vamos a caminar en dos pasos: un primer encuentro con nosotros mismos y un segundo cuando conozcamos a otra persona con la que volver a compartir.
Es el momento de enfocar la energía en nuestra atención, cambiando la actitud y evitando adoptar una posición de victimismo que nos dificulta ver todas las posibilidades que tenemos en frente de nosotros para empezar una nueva etapa y sin duda mejor.
Si en algo erramos, seamos autocompasivos pensando que es un aprendizaje más de la vida.
Hagamos una limpieza emocional, no quedando anclados en recuerdos y añoranzas que limiten nuestro futuro al no ser libres para volar.
El sentimiento de pena no nos debe obligar a volver ya que realmente la pena es de nuestra vida cuando la condicionamos y sacrificamos sin ser realmente felices.
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